COSAS ABSURDAS

 

 

Nunca se supo si había pasado un lobo o un oso al lado de ese cuerpo inerte. El bosque siguió siendo siempre el mismo viejo solitario. No se atrevió a soplarle ni vida ni una canción ni una suave caricia y el cuerpo seguió siendo tan pesado de sí, tan caprichosa era su presencia sin espíritu, que empezó a parecerse parte del bosque, era piel con piel, entrañas con entrañas, miembro con miembro. Nunca se vió semejante cosa tan normal, en ningún bosque de los cuentos.