EL VIAJE DE LEA

 

 

Llega el aire,

gira el viento.

Lea hace un paso derecho,

y la llave encaja.

Se encuentra en la curva del cielo

-el camino que dobla todo el tiempo,

sumando las horas o retrocediendo,

sin marearla.

Se ensancha,

se relaja.

Oh, hay tanto espacio,

cabe el hueco feroz,

además de las rosas,

y las viudas que lloran.

Se puede pasear,

y maldecir las estrellas.

Cabe hasta la ausencia de luz,

y la culpa de la luna.

Se puede visitar,

el harem de serpientes,

y morder los senos,

de todas las mujeres.

¡Ay, qué profundo es su pecho!

¡Ay, cómo quiebra su espanto!

Lleva la mano al centro,

y toca su hueso.

¡Ay!

 

¡Ay yo que fuera,

sin este pozo que baja,

hasta el pasto del cielo!

Rebosa el aire desde sus narices,

y Lea agradece,

llora de blanco,

y agradece el infierno.